El pasado viernes, la Parroquia vivió una intensa Adoración Eucarística, un momento de profunda oración y recogimiento en el que muchos fieles se reunieron para rendir homenaje a Jesús Sacramentado. La iglesia, llena de personas que se postraron de rodillas ante el Señor, fue testigo de una expresión de fe y esperanza en medio de las adversidades que atraviesan tantos hermanos de nuestro alrededor.
Este momento estuvo marcado por un clima de profunda oración por las víctimas y los afectados por la reciente DANA, que ha causado daños y pérdidas en diversas localidades. El silencio, el canto, las reflexiones y, la luz que brilló en la Parroquia ayudó a que los fieles no solo elevaran sus oraciones por los fallecidos, sino también por los damnificados, los equipos de voluntarios que han trabajado incansablemente en la ayuda humanitaria, y por toda la sociedad civil que, en medio del dolor, ha mostrado una gran capacidad de solidaridad.
Durante la vigilia se pidió especialmente por la fuerza y consuelo de los que sufren, por la sanación de las heridas físicas y emocionales, y por la luz que solo el Señor puede ofrecer en tiempos de oscuridad. Además, los feligreses pidieron por los voluntarios que están brindando su apoyo en las labores de rescate, limpieza y reconstrucción, pidiendo que Dios les dé fuerza y protección.
En medio de esta experiencia de fe, se reafirmó nuestra confianza en que, aunque las dificultades son grandes, la presencia de Dios es aún más grande y capaz de transformar el sufrimiento en esperanza. "Ponemos todo lo que estamos viviendo a los pies del Señor, para que Él nos siga animando, confortando y dando luz", fue algo que se compartió en la oración.
Esta Adoración Eucarística no solo fue un acto de fe, sino también una llamada a la unidad y a la solidaridad, recordando que, en momentos de crisis, la comunidad cristiana se fortalece en la oración y el apoyo mutuo. La Parroquia, en su misión de ser luz en tiempos de oscuridad, continúa comprometida con el servicio a los más necesitados, guiados por el amor y la misericordia de Cristo.
Con esta experiencia espiritual, la comunidad parroquial se siente más unida que nunca, con la esperanza puesta en el Señor y en su capacidad de transformar el dolor en redención.
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