Comentario diario

Viernes XV T. O.

¡Ocho capítulos! Saltamos la friolera de ocho capítulos en el relato del Éxodo para adentrarnos en en relato de la cena de pascua, origen de la mayor fiesta judía y figura de lo que será la nueva Pascua inaugurada por Jesucristo con su muerte y resurrección. ¡Casi nada!

«Este será un día memorable para vosotros; en él celebraréis fiesta en honor del Señor. De generación en generación, como ley perpetua lo festejaréis». Y así ha sido de modo ininterrumpido entre judíos y cristianos, unos en memoria del relato del pentateuco, los otros por la plenitud que da Cristo a esa fiesta.

Pésaj (Pascua) significa «paso». Aludiendo a esa noche en Egipto, se trata de un paso «salvador de Dios», que de modo tan firme reúne a su pueblo y lo conduce a través de Moisés hacia la tierra prometida. La salvación de los primogénitos tiene un precio de sangre: los corderos sacrificados aportan su líquido vital como señal de salvación; su carne es el alimento para el arduo camino del desierto.

En Jesucristo también hay un cordero y una sangre. Pero lo que fue algo simbólico en Egipto, ahora no lo es: la sangre de los corderos sustituyó en Egipto la vida de los primogénitos: una sangre de cuadrúpedo sustituyó una sangre humana. En cambio, Cristo, que también es primogénito, pero en sentido absoluto y trascendente (primogénito de toda criatura), no sacrifica ningún cordero: Él mismo es quien es degollado y sacrificado en el misterio de su pasión y muerte.

El Señor perdonó la vida de los primogénitos en Egipto mediante la sangre rociada en las jambas y el dintel de las puertas. Pero el Padre no perdonó a su Primogénito, que como Cordero de Dios, no como un cordero cuadrúpedo, ofrece su Sangre como como sacrificio de salvación no sólo para los primogénitos, sino por toda la humanidad.

El «paso salvador de Dios» en Egipto consistió en pasar de la esclavitud a la libertad. En Jesucristo, ese paso es de la muerte a la vida: del pecado a la gracia. La primera Pascua, la de Egipto, tiene una absoluta relevancia; pero la nueva Pascua de Cristo adquiere una dimensión sobrenatural y eterna que no tenía la primera.

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